domingo, 2 de agosto de 2009

NO TODOS SABEN LO QUE DICEN SABER

Me encontraba viendo la emisión del programa sabatino “Todo el mundo cree que sabe” cuando el conductor del mismo dio a conocer la cifra de estudiantes en México: 40 millones. Y también dijo que era el equivalente a la población de España. Sin embargo, el comentario no sólo fue para conocer dichos números sino para hacer hincapié en lo que México sería si con una comunidad estudiantil tan grande como el total de habitantes del país ibérico contara con los apoyos necesarios para desarrollarse, y a su vez, dar paso la nota sobre el trabajo que realiza el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) con respecto a las escuelas de tiempo completo y en Alianza por la Educación.
A raíz de ello surge el comentario siguiente:
El conductor tiene mucha razón al decir que México sería un país con un progreso equiparable a las potencias europeas siempre y cuando los estudiantes y profesionistas en formación recibieran los apoyos necesarios y de calidad para alcanzar el ansiado nivel de competitividad, ya no hablemos tanto a nivel mundial, sino dentro del continente americano. No sólo la economía mexicana ha descendido. Los niveles educativos se encuentran bajos.
Aunque el programa de televisión patrocinado por el SNTE es un buen canal para ir buscando limpiar una imagen que por años se ha pisoteado y dado mucho qué hablar, la realidad es que mucha culpa tienen los docentes y los propios lideres del sindicato de profesores al no tomarle la importancia requerida a la situación de la educación en México.
Se ha priorizado la necesidad de poder y presencia en la escena política que ocuparse en desarrollar los niveles adecuados para competir y prepararse acorde a las exigencias que los tiempos actuales demandan.
Manifestaciones, declaraciones mediáticas, divisionismo, protagonismo, puentes, suspensiones e inasistencias excesivas en el calendario escolar, han propiciado una mala imagen no sólo del SNTE sino de autoridades encargadas de vigilar el cumplimiento del artículo Constitucional, el cual atribuye a los mexicanos el derecho a la educación, y al que sólo se ha dado una importancia parcial.
Ya no sería una utopía compararnos a los países europeos si todos los actores inmersos en el universo de la educación realizaran su tarea, es decir, padres, alumnos, profesores y autoridades. Sin embargo, vivimos en México, un país donde el compadrazgo, el individualismo, las ansias por el poder, las aspiraciones enfermizas, la corrupción, la desigualdad social, la pobreza, el pago de favores políticos, la falta de oportunidades y muchos otros factores son el común denominador del diario acontecer, pues qué podemos esperar.
Un programa de televisión no sólo es para concursar y mostrarle a los mexicanos que un niño de primaria sabe más. Debe servirnos para reflexionar qué estamos haciendo para mejorar como personas y cómo estamos contribuyendo para hacer de nuestro país un lugar mejor. Pero también debemos preguntarnos si a quienes les hemos dado la confianza para educar a las nuevas generaciones están cumpliendo con dicha encomienda.
De nada serviría que el SNTE se promueva como el medio por el cual la educación en México va a mejorar, cuando ellos mismos han propiciado la situación en la que estamos. Lo crucial es que los programas educativos que están poniendo en marcha reciban el máximo apoyo, que el sistema educativo se perfeccione, que los planes de estudios se actualicen con base en las necesidades actuales y que cada uno dé lo mejor de sí para alcanzar niveles no sólo basados en números sino que se refleje en una calidad y competitividad.

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